martes, 23 de noviembre de 2010

Luces de la ciudad

Soy capaz de cerrar los ojos, y ver en mi cabeza las extrañas formas que hacen las luces en muchas de las ciudades que he estado.

Las ciudades de noche se presentan fantasmagóricas, y ahora, cuando va llegando el invierno, y la niebla se apodera de las calles, las luces son como faros, que apartan el temor de aquellos que a esas horas pululan por las calles.

Esas luces que contaminan el cielo, que no permiten ver las estrellas, pero que desde las alturas puedes reconocer la ciudad, viendo lo que tiene iluminado... ¿Cuántas ciudades habré reconocido desde los aviones? Ni lo recuerdo, pero seguro que son unas pocas.

Vente a verlas conmigo.

martes, 9 de noviembre de 2010

Viaje movidito o cómo despertarse de golpe por la mañana temprano

Me levanto a las 6 y media, como casi todas las mañanas, para ir a trabajar. A duras penas, con los ojos aún pegaos, logro cerrar la cancela del porche de mi casa, y primera bofetada de frío y lluvia, con el consiguiente goterón en medio de la cabeza.

Voy poco a poco bajando la cuesta de mi casa, el aire quiere quitarme el paraguas, pero le gano la partida, aunque es a costa de mantener el paraguas pegaito a mi cabeza, con lo cual la visibilidad es casi nula. La llevamos clara, estoy aún dormida, es de noche (soy miope y los miopes vemos fatal en la oscuridad), llueve, y no veo por donde voy, ¡genial!

Llego a la parada del autobus, y ¡bingo! aparece a los dos minutos, así que no tendré que pasar mucho frío ni mojarme más... ¡Infeliz de mí! Dos paradas más adelante, en medio de una cuesta abajo, el autobus, del siglo pasado por la tarde, se queda parado, con un precioso precipicio al lado. La conductora se baja, y nos dice que se ha quedado sin frenos el autobus.

¡Qué felicidad! Las 7 de la mañana y mi autobus en medio de la nada sin frenos. La conductora a poquitos, que se me hacen eternoooooossssss, consigue bajar el autobus. A partir de ahí, va parando en todas las paradas, y se baja para ver como va el bicho, que se cae a trozos de lo viejo que es.

En hacer menos de un kilómetro, tardamos sobre 30 min, mi combinación para coger el otro autobus perdida, y con el susto en la mano, decido que no aguanto más y me bajo, con un tembleque en las piernas que lo decía todo.

Llego al trabajo, aún con el cuerpo malo, y totalmente despierta, cosa que me cuesta conseguir por las mañanas.