viernes, 30 de octubre de 2009

Encuentro fortuito


Como siempre, quedo con mi hermano para el cine, y me vuelve a dejar esperando en la puerta. Pasan las horas y los minutos, y no aparece, ni siquiera me llama. Así que opto por volverme a mi casa, y a buscar un plan alternativo.

Voy por la calle, viendo pasar a la gente, cada uno en sus pensamientos, si te fijas bien, ves a gente sonriendo para sus adentros, otros con la cara de que no llego a tiempo, otros con caras de tristeza... Que razón el que dijo que cada uno somos yo y nuestras circunstancias.

El caso es que decido pasar por el parque que hay camino de mi casa, pero en vez de rodearlo, decido cruzarlo, hace buena temperatura y aún no se está haciendo de noche, así que no hay problema.

Mientras paseo pensando en mis mundos, una voz agradable que me resultaba conocida me saluda animadamente: "Hola, ¿cómo estás?".

Me giro y te veo con un libro en la mano, debajo de un árbol. Debías de haber aprovechado la fantástica tarde de otoño que hacía para irte a leer al parque, y se te veía relajado y feliz.

Voy hacía a ti para charlar un rato contigo. Nos quedamos de pie, me cuentas como te gusta estar tranquilo y alejarte del mundanal ruido, que ese parque te encanta y te trae recuerdos de tu niñez.

Yo te cuento que mi hermano me ha dejado tirada, que no he tenido un buen día, y que me iba a casa a ver alguna peli mala de esas que ponen los fines de semana en la tele.

El caso es que cuando me quiero dar cuenta estás pegado a mí, tanto que mi corazón se pone a latir a mil, y puedo sentir también el tuyo, que late igual de deprisa. Me abrazas por la cintura, me atraes aún más hacia a tí. Te quedas mirándome un momento, cierras los ojos y me besas de forma tierna. No me esperaba eso, pero no puedo contenerme y te respondo de la misma forma. Nos late tanto el corazón que no sé cuál es el mío y cual es el tuyo.

El caso es que poco a poco me invitas a sentarme contigo debajo del árbol, todo eso sin separarte de mí. Me sigues besando, y el roce con tus labios suaves y aterciopelados, me están haciendo perder el norte.

De repente te separas, me miras con esa mirada hipnótica que tienes, y me quedo paralizada, me invitas a tumbarme y me doy cuenta de que me has anulado la voluntad.

Yo, sólo me dejo llevar...

sábado, 24 de octubre de 2009

Tentación...


Una vez más, como casi todas las semanas, voy caminando entre estanterías, y de repente, lo veo, ahí, con ese aspecto exterior tan atrayente.

De repente, cierro los ojos, pienso en quitarte ese envoltorio que traes, en olerte después, morderte suavemente, lamerte, chuparte sin prisa, pero sin pausa, para que mi cerebro pueda llevar ese maravilloso sabor que tienes hasta el último nervio de mi ser.

Pero tan pronto pienso eso, tan pronto me doy cuenta de las consecuencias que me puede traer eso: remordimientos, privarme de otras cosas que también me gustan...

Al final sigo mi camino, con una sensación agridulce por no haber caído en la tentación. Pero me digo a mí misma: "Tranquila María José, para la próxima vez si". Así que a esperar el próximo encuentro para caer en su dulce tentación, si es que mi cabeza no lo impide.

jueves, 15 de octubre de 2009

A mi queridísimo Javi

Quería darte las gracias por la de veces que has estado allí para animarme, aunque nunca me hayas dicho nada.

Hace ya tiempo que nos conocemos, va para 13 años ya. Recuerdo cuando fue, yo estaba ingresada en el hospital, y tú llegaste por sorpresa, sin esperarte. A partir de ahí, te hiciste omnipresente; allá donde iba, allá venías conmigo: Granada, Francia, otra vez Granada, ahora Huelva...

No hace falta que te diga, que tenerte a mi lado es lo mejor que me ha podido pasar. Cuando te miro, y lo estoy pasando mal, me recuerdas que estuve mucho peor cuando te conocí, y que a pesar de lo mal que pintaba todo, salí adelante, y han venido muchas cosas buenas después de eso.

Por eso quiero darte las gracias, por haber estado ahí, por estar ahora a mi lado, y por la de tiempo que nos queda por estar juntos.